César J. Sánchez – León.
CRÓNICA DEL LUNES. 11 de septiembre de 2023.
(92) Hace 50 años…
Hoy se cumplen cincuenta años del derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende. Un golpe militar dirigido por el capitán general de Ejército Augusto Pinochet Ugarte, como Comandante General de las Fuerzas Armadas, puso fin al intento de imponer un gobierno marxista iniciado en noviembre de 1970, bajo los débiles auspicios de la llamada Alianza Popular, tras ganar por un margen pírrico las elecciones del 4 de septiembre anterior. Gobierno el mismo que aprovechando grandes turbulencias políticas y desacuerdos personalistas previos, como casi siempre sucede, creyó llegada la ocasión de hacer experimentos sociales y económicos para imponer a “troche y moche”, para gobernar, conceptos hoy librescos de teorías filosófico/económicas caducas.
Era la cuarta postulación presidencial de Allende y que esta vez resultaba ganadora frente al presidente Jorge Alessandri del Partido Nacional y de Radomiro Tomic de la Democracia Cristiana.
Para el momento del ataque militar con aviación, al Palacio de la Moneda, Chile vivía los efectos de una economía con todos los signos negativos que genera la previa estatización de las empresas y con los precios deprimidos del cobre, el para entonces, principal producto de exportación. La situación había llegado al punto de tarjeta o libreta de racionamiento de alimentos, dicho con rigurosidad histórica.
Conveniente es recordar, que la historia ha probado lo muy inconveniente que resulta llegar al poder del Estado, bajo los auspicios de métodos democráticos, para luego intentar, casi sorpresivamente, abandonar sus formas y maneras, para adoptar las típicas de los gobiernos socialistas de corte autocrático; tal como si hubieran llegado al poder por la vía de facto o con acciones de violencia política con una filosofía declarada.
Esto lo comprendió muy bien el actual presidente de Chile, el socialista Gabriel Boric Font, quien, como se sabe, llegó a la primera magistratura por vía del voto popular, pero se ha cuidado de no abandonar la senda correcta y propia de los mandatarios democráticos, a pesar que por su juventud, inexperiencia política y poca o deficiente educación, intentó bajo las consejas del resentimiento, ensayar fallidamente, por cierto, sus inexpertos criterios de realizar modificaciones radicales a la economía, dizque en beneficio de las grandes mayorías.
El candidato Allende ganador en 1970, un médico dedicado a la política, había jurado el cargo bajo la vigencia de la Constitución y para llevar adelante un programa de reivindicaciones sociales que no incluían transformar el Estado liberal en estado socialista, cosa esta que suponía cambios radicales en lo económico y político y modificar previamente, la suprema ley jurídica del Estado. Sin embargo, el doctor Allende de manera casi inmediata, al asumir el poder, inició un procedimiento de nacionalizaciones (estatizaciones), que ciertamente comenzaron a surtir sus efectos sociales indeseados en la economía estatal y familiar.
Una situación como la descrita, ocasionó daños mucho más graves por el tamaño mucho menor de la economía chilena de entonces, que las producidas en Venezuela durante los primeros años del gobierno de Hugo Chávez y aun hoy.
Atacar la economía, invadir y confiscar propiedades privadas, bajo el manto de una aparente expropiación con propósitos de justicia social, es la causa de grandes males que caracterizan las economías ruinosas promovidas en socialismo. Peor es si se hace en circunstancias de opacidad informativa y limitando cada vez más el derecho humano de la información.
A los 50 años del derrocamiento de Salvador Allende, que generó 17 años de una dictadura férrea (1973 – 1990), unipersonal, violadora de los DD.HH. y en donde el numero de muertos y desaparecidos es grande, muy grande, y en las que aun y por estos días aniversarios, siguen los tribunales penales chilenos dictando sentencias contra violadores de los derechos del ser humano y que recaen la inmensa mayoría de las veces, en hoy militares retirados ancianos, es la principal enseñanza, tal vez, que dejó un innecesario ensayo.
Atentar bajo formas autocráticas contra la dignidad del ser humano, o también bajo la envoltura de un régimen de libertades, esta vez en países de Latinoamérica; ejercer la política aplicando procedimientos impropios del siglo actual, caducos; es la vía más certera a la infelicidad popular.
Los pueblos, aun ayunos de la debida educación, sin embargo, han comenzado a entender, que la política no es el ejercicio de maniobras y componendas, tampoco el de autoritarismos bajo el ropaje de prometidas democracias y gobierno del pueblo, y que mucho menos democracia es gobernar bajo el predominio del rencor y del odio. Ni siquiera y de otro modo, a la usanza del siglo XX anterior.
Ojalá que este cincuentenario de la caída del gobierno marxista de Salvador Allende no sea un recuerdo muy sombrío únicamente para los chilenos de todas las tendencias, sino también para todos los latinoamericanos…
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